Y VOLVIERON A TAÑER
LAS CAMPANAS…
Hace apenas unos días, por la
tarde cuando pesa aún más el encierro forzado, cuando concentrase para leer un
poco, meditar u orar resulta más difícil, cuando tan solo escuchar algo de
música “relajante” que te permita poner en calma tu mente e intentar abstraerte
del tedio y la monotonía resulta toda una odisea, haya a lo lejos alcance a oír
tañer las campanas de la parroquia de mi comunidad; la primera reacción fue de extrañeza,
hacía mucho tiempo que no las escuchaba,
no sabía si eran como hace meses para llamar a misa, o por alguna otra razón,
lo que echó a andar mi elucubrante mente,
¿será acaso que hay algún evento de excepción, han encontrado la cura para la
pandemia? ¿Será que nos están llamando a tomar las armas de la conciencia y la
cordura contra opresores o el mal gobierno? o bien ¿habrá que linchar a alguien
por su satánico comportamiento de no usar el cubrebocas? o simplemente ¿estarán
llamando a expiar las culpas de la feligresía en la misa o al rosario de las
seis? La verdad no lo sé, lo que si es que en ese momento y tras dejar volar
libremente mi mente, me percate que lo que sí había pasado era que había
llegado algo de paz a mi existir, que gracias al tañer de esas campanas mi
mente se había conectado, con Dios, con el Arquitecto Universal, con El
Creador, con La Pachamama, etc., como cada quien le refiera, pero lo cierto es
que hubo paz, tranquilidad, equilibrio como hacía tiempo no lo había.
Entonces, nuevamente me empezó “girar
la ardilla” y llego a mí una pregunta que les comparto sin más intención que la
reflexión de un ciudadano de a pie, ¿será acaso que este asunto de la pandemia
y sus nefastas consecuencias no solo son cosa del hombre? Y explico por qué: no
se entiende porque alguien se arriesgaría a salir sin cubrebocas, o a abarrotar
un centro comercial, o asistir a eventos masivos, eso nos habla de lo insensible
y egoísta de nuestro actuar, nos habla de la poca calidad humana de la especie,
nos habla de lo cercano que somos a las cosas materiales, de esas que dan
estatus y comodidad pasajera, de lo individualista y efímero que resulta las
selfies, los laikes o los folowers y lo terriblemente distanciados que estamos
de nosotros mismos, de nuestra esencia, de quienes forman nuestro círculo más
cercano, de nuestra familia y amigos, de la conciencia colectiva y el bien común.
¿Será acaso entonces que estemos
en el terreno de lo Divino? ¿Que tendríamos que acercarnos a esa deidad de
nuestra elección? a ese ser supremo que existe hasta en la cultura de los ateos
o herejes, y pedirle que nos haga más consientes, mas humanos, más solidarios y
empáticos y así lograr hacer lo que los hombres necios, los gobierno obtusos y
los intereses económicos que rigen este mundo material no han podido ni podrán
hacer, claro porque no se les da la gana o no conviene a sus intereses.
¿Será acaso entonces que la
pandemia solo es una advertencia de nuestro propio apocalipsis como individuos
y como raza “humana”?
Ahí les dejo el “balón en su
cancha” como dice mi querido hermano Valentín, que cada quien decida,
concientice y/o tire a la basura, al fin de cuentas es solo una reflexión
personal.
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